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Instrucciones para llorar

Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará  con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar

Conservación de los recuerdos

Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice:  «Excursión a Quilmes», o: «Frank Sinatra».

Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones».

Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.

Julio Cortázar

Despedida

Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.
¡Oh tardes merecidas por la pena!
Noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo….
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

 

Jorge Luis Borges

Vuelo sin orillas

Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas
los rumores cansados,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestable riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo flúido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Oliverio Girondo

De elefantes, hormigas y revoluciones.


Decía Julio Cortázar que decía Marcel Duchamp que los elefantes son contagiosos, y decía Julio que él agregaría que las revoluciones también son contagiosas.

Y las hormigas, Julio. Basta ir a mi cuartel donde, con paciencia y dedicación, se han instalado en las paredes, el suelo y hasta en el techo. Eso sí, faltará el alimento, pero hormigas tenemos para rato o, más bien, ellas nos tienen a nosotros, y la convivencia pacífica es nuestra garantía de supervivencia. Los elefantes, está claro, confirman una vez más que la naturaleza imita al arte y esa pesada asimetría lo reconcilia a uno consigo mismo.

Pienso que la historia habrá de hacerles justicia algún día a los elefantes, sobre todo si son de color violeta y la trompa verde. Este ser noble y modesto mucho tiene de símil con la hormiga, por más que sus relaciones sean, como las llamarían los “brillantes” politicólogos, de guerra fría(que en nuestra América está ya en punto de ebullición). ¿Ves cómo tengo razón? Apenas está uno hablando de elefantes y hormigas y ya tocan a la puerta los servicios de inteligencia made in Fort Gullick, cosa que al elefante lo deja imperturbable y de la hormiga ni hablamos, bastante trabajo tiene con el azúcar que derramé al servirme el café.

Bueno, pero trataba de decir que las hormigas y los elefantes tienen sospechosas similitudes. Por ejemplo, los elefantes les gustan a los niños, pero es de notar que los dueños de circos y zoológicos no comparten ese entusiasmo cada vez más acallado por grupos “musicales” y etcéteras vestidos con modas galácticas (o eso creen), porque si no, no me puedo explicar cómo obligan a los paquidermos a viajar en esos camiones tan incómodos y oscuros. En fin, los elefantes son seres incomprendidos y también las hormigas. Por ejemplo, el otro día un sanitario me ha soltado un largo discurso sobre lo antihigiénicas que son las hormigas y las bondades que nos traería acabar con ellas.

No lo creo. Además de la simpatía que me provocan, acabarían venciendo en esa pequeña guerra que nos iría agotando mientras ellas crecen. Todos los cursos de contrainsurgencia y todas las maniobras militares no bastarían para siquiera intimidarlas. Son más y conocen mejor el terreno. Yo estoy por una alianza o, por lo menos, un pacto de no agresión, de convivencia pacífica. Esto último creo que ha dado resultado. El cuartel tiene sus horarios. En la intendencia, por ejemplo, hay horas para que hombres y mujeres deambulen neciamente en ese lugar y horas para que las hormigas busquen alimento o se paseen en las piedras porque afuera está el calor o la lluvia. En fin, en estos pocos días hemos sido felices. Admito que tratándose de elefantes el problema crecería desmesuradamente, pero creo que terminaremos arreglándonos. Sí, sí, ya sé que los sanitarios, iracundos, se disponen a escribir sendas cartas hablando de la cantidad de microbios que las hormigas acarrean, y ni hablar de los elefantes, pero creo que me doy a entender. Las revoluciones también son antihigiénicas… para el neoliberalismo. Sobre todo porque son contagiosas (como los elefantes y las hormigas). Y así como hay que aprender a amar a las hormigas y los elefantes, hay que aprender a amar y hacer las revoluciones.

Volviendo a la relación entre las hormigas y los elefantes, a mí no me convence esa aparente indiferencia que asumen una al paso del otro. Sospecho una secreta alianza en ese ignorarse mutuamente. Tal vez se ayudan sin saberlo nosotros; tal vez tras las grandes orejas se esconden las hormigas por millones, recuperan fuerzas, conspiran y preparan el contraataque cuando alguna campaña higiénica las ha obligado a un repliegue táctico; tal vez las hormigas construyen bajo tierra inmensas galerías para resguardar a los elefantes cuando los niños terminen por olvidarlos y queden en las perversas manos de los dueños de los circos. ¿A dónde irían si no bajo tierra a esconderse? ¿Dónde podrían rehacer sus fuerzas sin que fuertes cazadores armados con napalm los encontraran? Quién dice que no, a lo mejor…

Por ejemplo, cuando veo un elefante, en las afueras de un circo o en un zoológico, se me contagia casi inmediatamente y sé que me miran con secreta complicidad, dándome a entender que se preparan para rebelarse. Seguro es que las jaulas no ni tampoco las cadenas que los atan. Las romperán un día e irán felices a retozar, por fin, en los jardines y a comer todo el algodón de azúcar que quieran (todo elefante que se respete enloquece de gusto con el algodón de azúcar y con retozar en los jardines y mejor si tienen una fuente).

Por esto, y por otras cosas, hay que hacer una revolución…

S.C.I. Marcos


Despabílate amor

Bonjour buon giorno guten morgen,
despabílate amor y toma nota,
sólo en el tercer mundo
mueren cuarenta mil niños por día,
en el plácido cielo despejado
flotan los bombarderos y los buitres,
cuatro millones tienen sida
la codicia depila la amazonia.

Buenos días good morning despabílate,
en los ordenadores de la abuela ONU
no caben más cadáveres de Ruanda
los fundamentalistas degüellan a
extranjeros,
predica el papa contra los condones,
Havelange estrangula a Maradona
bonjour monsieur le maire
forza Italia buon giorno
guten morgen ernst junger
opus dei buenos días
good morning Hiroshima,
despabílate amor
que el horror amanece.

Mario Benedetti

Las palabras

No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás

si está contra la violencia
pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después

si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizar

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si habla de paz pero tiene
costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical

si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con él

si está entregando el país
y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porquería

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.

Mario Benedetti, Las palabras.

Gotán

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

Juan Gelmán

Tortugas y cronopios

Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural.
Las esperanzas lo saben, y no se preocupan.
Los famas lo saben, y se burlan.
Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.

Julio Cortázar

Fama y eucalipto

Un fama anda por el bosque y aunque no necesita leña mira codiciosamente los árboles. Los árboles tienen un miedo terrible porque conocen las costumbres de los famas y temen lo peor. En medio de todos está un eucalipto hermoso, y el fama al verlo da un grito de alegría y baila tregua y baila catala en torno del perturbado eucalipto, diciendo así:
-Hojas antisépticas, invierno con salud, gran higiene.
Saca un hacha y golpea al eucalipto en el estómago, sin importársele nada. El eucalipto gime, herido de muerte, y los otros árboles oyen que dice entre suspiros:
-Pensar que este imbécil no tenía más que comprarse unas pastillas Valda.

Julio Cortázar